Una propuesta para el ente nacional de comunicaciones y para lograr la soberanía tecnológica argentina

(Por el Licenciado Faustino Velasco*). Los diarios y revistas van camino a su extinción definitiva en el soporte papel, el concepto radiodifusión, como servicio gratuito, ya quedó ‘chico’, la pantalla informática se devoró todo, ha transformado al mundo y la vida, por lo menos, como la conocíamos.
El teléfono celular es hoy el complemento imprescindible en la cotidianidad; muy atrás quedó la comunicación telefónica oral bilateral; aplicaciones mediante, se compra, se juega, se escuchan radios, se ubica el posicionamiento, se opera con los bancos, se fotografía y filma, se consulta (Internet mediante) todo lo que se desee; en síntesis, lo que todos sabemos y, por supuesto, las tan usadas, redes sociales, tema no menor.
Los antiguos grandes medios de comunicación, otrora si bien adherían a los centros de poder guardaban cierta independencia respecto a sus opiniones y, sobre todo, a su propiedad; hoy esos medios, sumados a las innovaciones multipantallas descritas, están ultraconcentrados cada vez más, formando parte de conglomerados empresariales y de fondos de inversión, muchos de ellos en manos extranjeras, habiéndose transformado en los voceros directos de divulgación y manipulación de su perverso accionar.
En síntesis antes estaban cerca del poder: hoy ¡SON EL PODER MISMO!
Nos han sumergido, en productos y servicios, en un consumismo electrónico digital totalmente invasivo y compulsivo sin ninguna posibilidad de eludirlo y donde el Estado estuvo y está ausente carente de toda planificación y, lo que es peor aún, de regulación y contralor; planificación que si hacen las transnacionales del sector.
Un Estado cómplice posibilitó la introducción indiscriminada de tecnologías en manos privadas, mayoritariamente extranjeras, saqueando recursos que van a su arcas aumentando la brecha de dependencia.
Esa introducción de tecnología opera como un cambio cultural impredecible agravado por la total falta de desarrollo nacional en el sector.
El teletrabajo, la teleducación, la telesalud, las videoconferencias múltiples, los ‘e sports’, los ‘OTT’, el comercio electrónico, la bancarización, son ya realidades actuales.
Le cabe al Estado el deber de tomar las previsiones del caso ante tanta impensada innovación a las que se suman la inteligencia artificial, la robótica, la conducción autónoma, los ‘hogares smart’, la comunicación cuántica, la nanotecnología, como algunas de las novedades que se vienen y repercutirán en asuntos tan sensibles como la regeneración laboral capacitación mediante, la educación, la economía, las relaciones sociales, la salud y hasta el entretenimiento.
Un país soberano debe tener poder de decisión sobre qué se introduce y qué no y facilitar e instrumentar el desarrollo nacional en el área; en palabras concretas SOBERANÍA TECNOLÓGICA.
Presentado el tema aparece la vinculación con el peronismo que, cuando lo dejaron, estuvo en la avanzada en todo; entre las tantas cosas que hizo, instaló en 1951 el primer canal de televisión (el 7 de Buenos Aires) y no sólo eso: con la misma trascendencia dictó la primera ley de radiodifusión, nº 14241, en septiembre de 1953.
Derrocado el movimiento popular imperó el caos en el sector radiodifusión proyectado también a las telecomunicaciones todas.
Décadas pasaron hasta que, en un intento de normalización, se promulgan dos leyes durante la gestión de Cristina Kirchner: la 26522 (Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual) y la 27078 (Ley de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones conocida como Argentina Digital); la primera regulando los servicios de radiodifusión y la otra a las restantes telecomunicaciones que hoy incluyen, ni más ni menos, que a Internet y, a la no menos importante, Telefonía Celular.
Por ambas se crean dos organismos estatales descentralizados y autárquicos, en el ámbito del Poder Ejecutivo Nacional, la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) y la Autoridad Federal de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (AFTIC).
En una tan rápida como artera maniobra, a 19 días de asumir, entre Navidad y Año Nuevo, Macri golpea la Ley 26522 y también la 27078 (AFTIC) sacando el DNU 267/15 que fusiona ambos organismos en el Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM).
Aunque nos duela hay que reconocer que con esa fusión Macri nos ganó de mano en centralizar el manejo de las comunicaciones en un solo ámbito estatal.
La premura en legislar sobre los medios de radiodifusión impidió la posibilidad de abarcar un panorama totalizador dejando de lado las, ya no tanto, nuevas tecnologías relacionadas con la informática y la digitalización, en especial Internet y la telefonía celular, que cierran en el concepto de Recepción Multipantaqlla.
Así las cosas, judicializada en su momento, la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, se logró sancionar en 2009, y con la felicidad de Néstor aún vivo.
La creación del ENACOM, reitero, uniendo todos los sistemas de comunicación electrónicos y digitales más el Correo (pero ése es otro tema) no fue por un acto de lucidez ni por una visión tecnológica y, menos aún, por una estrategia patriótica facilitadora a futuro, sino que sirvió como máscara para -exactamente dos años después de su creación- permitir la fusión entre Telecom y Cablevisión- (ni siquiera por un Decreto presidencial y, menos aún, por una Ley).
Se concretó por una Resolución interna de ese organismo (Resolución 5644-E/2017 del 21/12/2017).
Hay que pensar en una nueva legislación que, conservando al Defensor del Público y la Comisión Bicameral, contemple la creación del Ministerio de Comunicaciones.
Llegó el momento de recrear el Ministerio de Comunicaciones.
Recrear es el vocablo exacto, “crear de nuevo algo”; en este caso concreto aquel Ministerio de Comunicaciones, que tan bien llevara el Dr. Oscar Nicolini, desde su creación en 1949, hasta el fatídico golpe de 1955.
Claro que actualizando sus funciones y estructura a los tiempos que corren.
Sus funciones deberían abarcar, las radiocomunicaciones en general; la radiodifusión en particular; desde el correo hasta Internet; desde el cine hasta las redes sociales; desde los videojuegos y la realidad virtual hasta la telefonía celular.
Debería tener injerencia en el desarrollo, análisis y aprobación de tecnologías; asesoramiento, contralor y creación de contenidos y en investigación y un desarrollo interactuando con las industrias nacionales de la electrónica, la informática, la digitalización, el ‘software’ y la producción de contenidos mediáticos.
De lo enunciado precedentemente destaco:
1.- TECNOLOGÍA: Recrear el perversamente desguazado LANTEL (Laboratorio Nacional de Telecomunicaciones) ortorgándole una función multisectorial entre el Estado (a través del citado Ministerio), la industria nacional (cualquiera sea su especialidad y grado de complejidad), las universidades (y demás institutos de formación profesional), los ámbitos de investigación del sector, los trabajadores (a través de sus sindicatos), y los colegios profesionales.
2.- INVESTIGACIÓN Y DESARROLLO: sobre los nuevos avances e innovaciones que influyan en el futuro como el teletrabajo, el aprendizaje, la telesalud, el comercio electrónico y tantos otros que tendrán gran repercusión social, cultural y económica
3.- CONTENIDOS: Recuperar los que fueran el BACUA (Banco Audiovisual de Contenidos Universales Argentino) y los Polos Audiovisuales, desmantelados por la gestión Macri, y encarar la producción de contenidos nacionales federales contando con el apoyo del Estado, en la faz creativa como en la económica, fomentando producciones locales, provinciales, regionales y nacionales tanto en el ámbito estatal (municipios, universidades, etc,) como en él de entidades sociales y empresas privadas argentinas y paralelamente capacitar a los intervinientes procurando que esos contenidos tiendan a favorecer los intereses y valores nacionales y populares sirviendo al fortalecimiento y acrecentamiento de las identidades culturales propias.
4.- REDES SOCIALES: Todo un tema, conjuntamente con las aplicaciones (‘App’s’), en el que no voy a abundar porque merece un tratamiento especial muy específico sobre el que urgentemente hay que legislar.
Además hay áreas específicas de la comunicación que por su entidad estatal nacional deben formar parte de la estructura del proyectado ministerio: ARSAT (Empresa Argentina de Soluciones Satelitáles Sociedad Anónima), RADIO Y TELEVISIÓN ARGENTINA S.E. (Televisión Púbñica (Canal 7 de Buenos Aires, LRA, Radio Nacional y el servicio internacional RAE, la Agencia de Noticias TELAM S.E., el Consejo Asesor del Sistema Argentino de Televisión Digital Terrestre,(TDA) y el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (1) y también áreas como la proyectada NUBE PÚBLICA NACIONAL y el portal SINERGIA entre otros.
(1) Fundamento la incorporación del INCAA a mi propuesta en que el presente ofrece toda una nueva gama de artes audiovisuales tanto en formatos como en técnicas (series, ‘streaming’, multipantallas, realidad ampliada, realidad virtual, videojuegos, holografía) que tienen en común la concordancia de la digitalización tanto en los sistemas de producción como de difusión.
El Ministerio deberá contar con Secretarías, Subsecretarías y Direcciones Nacional específicas subsumiendo en él varios organismos y dependencias con funciones relacionadas a la comunicación que hoy están desperdigados en otras áreas, hasta duplicados y con funciones confusas mal delimitadas.
Como epílogo vislumbro que, para la concreción del Ministerio, deberían derribarse algunas ‘quintas’, tarea, desde lo político harto difícil, pero muy necesaria haciendo la obvia salvedad de que mi propuesta no es crear un Ministerio más sino aplicar políticas en beneficio de la nación y el pueblo poniendo al frente un funcionario patriota identificado con esos ideales.
Por Lic. Faustino Velasco (*)
(*) Faustino Velasco es docente universitario, ex Jefe del Departamento Televisión en el COMFER, Asesor en AFSCA, Co redactor del Proyecto nacional de Ley de Radiodifusión presentado por el Senador Oraldo Britos (1986), ex Asesor en LS11 – Radio Provincia de Buenos Aires (gestión Antonio Cafiero).
Fuente: /nacionalypopular.com