La inteligencia artificial ha abierto viejos debates en el campo artístico. Desde Walter Benjamin hasta Hazao Miyazaki, esta nota pretende enunciar algunos de estos problemas en la época actual.

Por Lautaro Habibi
Creyendo hacer cosa buena.
Un pintor me pintó un día
Más me pintó por afuera
Porque adentro no veía.
—Atahualpa Yupanqui, El Pintor
El problema de la reproductibilidad técnica en el mundo del arte es un debate que atraviesa este campo desde, por lo menos, hace dos siglos. Hoy el arte, sus creadores y sus espectadores atraviesan una nueva dicotomía: en la era digital, la salida de la IA al mercado y con el acceso de cada vez más personas, poco a poco se instala en un sector de la sociedad. Por supuesto, también lo hace en el arte. Esta nota no pretende saldar ningún debate, porque este autor no tiene una respuesta acabada a ninguna polémica que aquí mencionaremos. Sí buscaremos, en todo caso, mencionar algunos matices y puntos de vista. Todo otro objetivo sería pretencioso.
El origen de la polémica
El mundo fue sacudido hace ya tiempo, pero en las últimas semanas volvió a agitarse con una nueva función de una de las inteligencias artificiales más utilizadas: ChatGPT. Esta nueva herramienta permite cargar una imagen y transformarla al estilo de animación que uno desee: desde Los Simpsons, Legos, Muppets etc. Así, las fotos cotidianas con amigos, parejas, familiares o en soledad pueden convertirse en imágenes memeables, lindas y divertidas, como si fuera un filtro de Instagram.
Esto disparó varias preguntas: ¿un dibujo hecho por una persona vale más que una imagen generada por una máquina? ¿Las máquinas podrían, eventualmente, equiparar la capacidad humana de crear arte y sustituir a las personas en el mercado del arte? ¿En la diagramación y producción artística?
El debate puso sobre la mesa nuevamente los pros y los contras de la utilización de las inteligencias artificiales y se ramificó en muchos frentes. Uno de ellos es el copyright: las inteligencias artificiales se entrenan con bases de datos disponibles en internet, utilizando miles de estilos sin consultar a los autores originales. Pero esto mismo sucede cuando buscamos o le pedimos que nos informe sobre temas diversos. Si uno desea escribir un ensayo, la IA buscará artículos relacionados y podrá “plagiar” fragmentos de otras obras.
Así como también preocupa a muchos diseñadores gráficos, editores y otros profesionales y trabajadores que ven peligrar sus condiciones de trabajo, o estar a merced de aún más precarización de la que se vive en estos rubros.
Otro eje de la discusión es el impacto ambiental. La enorme cantidad de agua utilizada para refrigerar los centros de procesamiento alcanza cifras alarmantes: se estima que, por cada imagen generada con esta nueva herramienta, se consume aproximadamente entre 2lts y 5lts de agua, para refrigerar los servidores de estas empresas. Estos dos aspectos de la utilización de la inteligencia artificial son motivos de debate desde el comienzo del internet mismo también. Profundizarlos amerita información y una salida más profunda.
Pero brevemente no queremos dejar de mencionar que la responsabilidad por el uso desmedido de los recursos naturales recae, una vez más, en los dueños de los grandes medios de producción, y no en los individuos.
Lo mismo se debe pensar para desarrollar una sociedad en donde el avance tecnológico no signifique despidos o mayor precarización laboral para lxs trabajadorxs. Sino más que sirva para hacer de nuestra vida cotidiana y laboral más sencilla. Tanto en el rubro del arte como en cualquier otro.
Volviendo al debate sobre la utilización de estilos artísticos para transformar nuestras fotos, la ironía de este trend fue la utilización del estilo tipo “Studio Ghibli”, el estudio japonés que se caracteriza por la práctica contraria. The Jacobin lanzó una nota sobre la historia del estudio y su principal referente, Hayao Miyazaki, y su vinculación al Partido Comunista japonés. La aparente ironía fue mayor aún. El estudio surge en la lucha por los derechos laborales de los animadores. Sus películas y su modo de trabajo defienden el arte hecho a mano, la animación cuadro por cuadro, y la importancia del mensaje y la trascendencia en cada obra.
Se hizo viral también un video de 2016 en el que unos desarrolladores le muestran a Miyazaki un prototipo temprano de inteligencia artificial. La respuesta del maestro fue lapidaria: “Esto es un insulto a la vida misma”.
Miyazaki se autopercibe como un pesimista, donde la humanidad perdió la confianza en sí misma. Desde su óptica, que una nube de información, donde con los prompts, el texto que se le da a una herramienta de inteligencia artificial para que genere una respuesta, que en este caso puedan generar una réplica —mejor o peor— de sus obras, que tienen un valor cultural trascendental por sus mensajes y animación, para ser utilizadas como shitposting, que son contenidos sin mucho sentido en las redes sociales, y que terminan siendo una banalización de su trabajo.
Muchos, en los debates de redes, utilizaron esta postura para una defensa del arte “tradicional”, que puede ser desde la pintura, el dibujo o también cualquier diagramación artística pensada y realizada por una persona. Pero la utilización de la reproductibilidad técnica utilizada en las disciplinas artísticas, es decir, la capacidad de producir altos números de ejemplares de una misma obra artística y cuánto esto afecta a la “espiritualidad” de la misma, es un debate que atraviesa al arte por lo menos desde hace varios siglos.
Desde este humilde artículo queremos poner el foco en una contradicción evidente: cuanto más mecanizada y reproducible se vuelve una técnica, menos esfuerzo requiere por parte del artista o de quienes buscan crear una obra. Esto, inevitablemente, puede impactar en el resultado final, afectando tanto la estética como el contenido de la obra. Sin embargo, una técnica más accesible y democratizada también abre la posibilidad de que artistas o hacedores de arte puedan concentrarse más en el desarrollo conceptual de su trabajo, aportando profundidad y valor a lo que producen.
Las herramientas están ahí: cada quien decide si las usa o no. Lo importante no es tanto el medio, sino el propósito con el que se produce una obra. ¿Se crea para el mercado, con una finalidad social o como expresión personal? Ese debería ser el eje de la discusión.
Un debate de hace mucho tiempo
El problema de la reproductibilidad técnica del arte no es nuevo. Ya surgió en el siglo XIX con la invención de la fotografía y, más tarde, con el cine. Estas tecnologías revolucionaron la forma de hacer arte y generaron fuertes tensiones entre las máquinas y los artistas tradicionales.
El crítico literario y filosófico Walter Benjamin, en su libro La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, buscara ya en esos tiempos problematizar esta nueva dicotomía, debido a que por primera vez en la historia de la humanidad las obras de arte podían presentar dos variables nuevas: su reproducción en masas y su capacidad de mejora.
Si nosotros queremos sacarle una foto a una flor, a nuestro gato o a cualquier objeto que queramos subir a nuestras redes sociales, por ejemplo, en nuestra galería vamos a tener muchas fotos de lo mismo. Vamos a elegir la que más nos guste, por su color, por su enfoque, por su luz. Esto no era una posibilidad que pudieran tener los griegos, por ejemplo, que con la acuñación y el moldeado podían solamente reproducir las monedas de bronce.
Por ende, lo que ahora es para nosotros de primer orden —que es la capacidad de reproducir y masificar lo que de manera artística fotografiamos, dibujamos, pintamos o esculpimos—, para los griegos era de último orden, por la imposibilidad técnica de hacerlo. Tenían que generar obras de arte duraderas y de un contenido casi eterno. Esta dicotomía empieza a cambiar con la invención de la fotografía y el cine.
Walter Benjamin hará mucho énfasis en el cine como principal medio de reproducción, tanto para mensajes como de obra artística. Sin embargo, dirá que en los sets de cine no hay obra artística en ellos. Lo que hace un actor no lo hace frente a un público casual, sino que lo hace sobre muchos especialistas y profesionales en el área.
Los directores, los iluministas, etc., trabajan para generar la mejor obra posible. Esto cambia, así como también con la fotografía, la esencia y el aura de la misma obra de arte. Walter Benjamin la pondrá en un contexto en el cual, desde su época, el fascismo crecía, en la época de la guerra y de las crisis económicas, en donde el avance técnico va mucho más rápido de lo que la misma sociedad que se estaba proletarizando podía asimilar. Es decir que todo el avance tecnológico estaba atravesado por enormes cambios sociales enormes, similares, aunque no iguales, a los que podemos pensar hoy.
Debates para la actualidad
La técnica, pensada como herramienta para mejorar el trabajo humano, y en ese sentido pensar no solo el debate con la inteligencia artificial, sino también la implementación de toda la técnica digital que existe —que son las computadoras, el internet y programas de edición— es lo que a nosotros nos permite pensar cómo el arte se puede masificar en contenido, y en donde la estética se empieza a transformar en distintos idiomas acordes a su época. Eso implica una transformación estética y también nuevos significantes de belleza. La inteligencia artificial puede ser pensada como una etapa más de esta digitalización del arte, para pensar también su masificación. Eso conlleva también pensar en el clima actual de época, que es una herramienta democratizante, ya que el acceso es hacia la gran mayoría que tiene una computadora e internet; que, más allá de las contradicciones sociales, son un porcentaje importante de la sociedad. Pero también a pensar a qué nos referimos con “democratizante”: ¿es más democrático tener acceso al estilo de un estudio, o de cierta animación emblemática, o estilo artístico de un pintor? ¿Eso es lo que lo hace más democratizante, o es lo que el mercado utiliza para poder abrirse paso? Son esos los debates que nosotros tenemos que pensar, más que si la inteligencia artificial puede sustituir la creatividad humana o no.
El avance de la inteligencia artificial parece ir más rápido de lo que nuestra sociedad puede asimilar. Y en donde un mercado que parece haber hegemonizado sobre el conjunto del arte, y en donde los artistas contemporáneos sobrepiensan y conceptualizan cualquier obra que realicen, y en donde la conceptualización está muchas veces solamente pensada en términos naif, individualistas y subjetivistas, pensar un arte por fuera de la lógica del mercado es fundamental.
Y es que quizás debemos volver a lo que pregonan artistas como Hayao Miyazaki en sus películas que tienen un valor artesanal y artístico destacado: un aspecto de trascendencia que vaya más allá de la individualidad y de los problemas banales y naif del momento, sino que puedan ir hacia el eje de lo que conmueva a una sociedad en su conjunto. Ante estos problemas de técnica y reproductibilidad, Benjamin le ponía la siguiente dicotomía: la humanidad, que era antiguamente —en Homero— un objeto de contemplación para los dioses olímpicos, ahora se ha vuelto eso para sí misma.
Y concluye que su autoalienación ha alcanzado ese grado que se puede vivir su propia destrucción como voces éticas de primer orden. Así, a la estetización de la política que el fascismo practica, el comunismo le responde con la politización del arte.
Politizando y pensando mensajes que puedan incluso atreverse a pensar otro modelo de sociedad frente a las catástrofes que vivimos en la actualidad, es lo que nos va a poder distinguir de máquinas y de hombres. Y es lo que va a permitir no perder la esperanza de la humanidad.
Fuente: La Izquierda Diario
