El golpe cívico –militar llevado a cabo por las fuerzas armadas en el año 1955, con el apoyo ideológico y logístico del exterior, de las clases altas y ciertos sectores medios que no comprendieron el valor de la soberanía política y económica, terminó con un periodo de hacer política exterior con los pantalones bien puestos e interrumpió un crecimiento social, económico e industrial jamás alcanzado.
Un año después, comienza a organizarse la “Resistencia Peronista”, que en Avellaneda tuvo un desarrollo trascendente.
Miles de obreros y dirigentes gremiales habían sido despedidos de sus trabajos, cientos fueron encarcelados y otros debieron vivir en la clandestinidad. Los militantes de las fábricas comenzaron a reunirse con activistas políticos y de a poco fueron sumándose a la lucha contra la dictadura. Pronto se sumaron algunos oficiales, muchos suboficiales y militares retirados adeptos a Perón: creían en la posibilidad de tomar el poder.
Se realizaron reuniones supuestamente secretas y comenzó a delinearse una estrategia. Entre los militares rebeldes se encontraban los generales Valle y Tanco. El general Valle que había recobrado la libertad pero seguía vigilado, pasó a la clandestinidad. El plan consistía en que oficiales, suboficiales en actividad, militares retirados y civiles tomarían varios puntos clave en todo el país, para avanzar desde allí sobre el resto del ejército.
En Avellaneda
El coronel José Yrigoyen y el capitán Jorge Costales, son los encargados de establecer el comando del general Valle, quien se encontraba refugiado en la casa de una tradicional familia de nuestra ciudad que vivía en la calle Castelli al 100.
Yrigoyen y Costales eran los encargados de montar una radio clandestina en la escuela industrial de Avellaneda de la Calle Palaá, desde donde se iba a lanzar, el 9 de junio a las 23 horas, la proclama que serviría de señal a todas las células del movimiento que actuarían en distintos regimientos del país. La radio no logró instalarse, ya que los militares a cargo son capturados junto a dieciocho civiles y trasladados a la comisaría primera de Avellaneda.
En la madrugada del 10 de junio, los dos militares y los civiles Dante Lugo, Osvaldo Albedro, Clemente Ross y Norberto Roos, éste último menor de edad, son llevados a la unidad regional de Lanús donde luego de una parodia de juicio, son fusilados.
De todos los fusilamientos sucedidos durante esa jornada, el más aberrante es el realizado en los basurales de José León Suárez a doce vecinos que se encontraban en una casa de la localidad de Florida escuchando la Pelea de Laussen – Loaiza. No todos eran peronistas, pocos estaban enterados que la revolución estallaría esa noche y ninguno participó de ningún hecho concreto. De los doce detenidos siete logran escapar con vida del basural.
Al ver que el intento de restablecer el gobierno constitucional había fracasado y que el régimen de facto de Aramburu estaba realizando una sangrienta represión, el General Juan José Valle decide entregarse inmediatamente, siendo fusilado el 12 de junio de 1956.
Estos hechos serán relatados minuciosamente por Rodolfo Walsh, en su libro “Operación Masacre”, y por el investigador y periodista de Avellaneda, Enrique Arrosagaray, en su libro “La Resistencia y el General Valle”, editado en 1996 al cumplirse el 40° aniversarios de los hechos.
Laila Linares/Agenda del Sur