25 de mayo de 1810

May 25, 2022

La participación popular en el 25 de Mayo.

La revolución del 25 de mayo de 1810 antecede  el camino hacia nuestra independencia,  que comenzó de forma latente con la lucha de nuestro pueblo al derrocar al imperio inglés en las invasiones de 1806.

Este decisivo impulso popular marcó de forma ineludible a todas las  heroicas  luchas libertarias  posteriores, en la larga guerra por nuestra independencia.  

un día se sabrá que esta Patria fue liberada por los pobres, y los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros, que ya no volverán a ser esclavos, José de San Martín. 

Compartimos la visión de la intervención popular en el 25 de mayo, afín con esta interpretación,  de dos reconocidos historiadores nacionales, Pacho O’Donnell y José María Rosa.

“Una diferencia fundamental entre la versión nacional, popular y federal de nuestra historia con la historiografía liberal y oligárquica, que no enseñaron y nos siguen enseñando, es la reivindicación de la participación de los sectores populares en las circunstancias claves de la vida de nuestra Argentina.

Sin embargo de no haber sido por la participación popular la insurrección independentista no hubiera sido posible.

Dicha participación plebeya se dio por dos vías: una de ellas fue el activismo de la ‘Legión Infernal’ liderada por Domingo French y Antonio Beruti, también conocidos como los ‘chisperos’ pues portaban y usaban armas de fuego que en aquellos tiempos detonaban a chispa. Constituían un temible grupo de choque integrado en su gran mayoría por pueblo humilde, excluidos de privilegios de clase, orilleros de extramuros, también afrodescendientes, gauchos y originarios. Comprometidos con el derrumbe del poder virreinal.

El otro vector de la participación popular fueron la milicias populares que se formaron cuando las tropas regulares españolas fracasaron indignamente ante la primera invasión inglesa.

Apostados en los arcos que daban entonces el ingreso a la Plaza dejaron pasar a los partidarios de la caída del gobierno virreinal y con prepotencia se lo impidieron a sus adversarios. Y para distinguir a unos y otros proveyeron de cintitas, probablemente blancas, que se prendían en la solapa o en los sombreros. Ese es la verdad de las supuestas escarapelas patrias. Lo que es claro es que sin esa acción de “colador” a cargo de la chusma armada otro podría haber sido el resultado de la votación”.

Pacho O’Donnell

Viernes 25 de mayo.

 La noche del 24 al 25 es de alboroto. Una “especie de conmoción y gritería en el cuartel de Patricios” no deja dormir al notario eclesiástico Gervasio Antonio de Posadas, que así lo dice en su diario íntimo. Lo corrobora Cisneros en su informe al Consejo de Regencia: “…en el cuartel de Patricios gritaban descaradamente algunos oficiales y paisanos y esto era lo que llamaban pueblo…”; los oidores que serían expulsados de Buenos Aires en breve, mencionan en su informe“…una fermentación en el cuartel de Patricios” que precedió a los sucesos del 25.

Una gritería en Patricios fue el recuerdo de la noche de la revolución para los vecinos del centro de Buenos Aires. Eran los orilleros que formaban el grueso de la milicia patriota expresándose de manera airada: reclamaban su derecho a ser el nervio y la fuerza de la historia Argentina. Las milicias urbanas se alzaban contra lo arreglado por la clase “principal y sana” que esa noche acababa de perder su posición de clase dirigente. La ciudad amaneció amotinada y el alzamiento desconcertó a todos; inclusive a los jóvenes que peticionaban a nombre del pueblo y acababan de aplaudir la solución de Leiva; inclusive a los comandantes que no habían vuelto a los cuarteles después de jurar apoyo a la Junta presidida por el virrey, y nada sabían del “espíritu de Mayo” que acababa de nacer.

No era un planteo militar, de soldados que siguen dóciles a sus comandantes. Los milicianos de Mayo tenían conciencia de ser el pueblo en armas, y fueron ellos, los soldados y las clases, y no los comandantes quienes gritaron su disconformidad. Fue una entidad nueva, el pueblo – el auténtico pueblo, que no el retórico de los intelectuales – imponiéndose como la gran realidad Argentina. Fue también el levantamiento de las orillas contra el centro que alguna vez debía producirse, pero no llegó a consolidarse por falta de jefes con conciencia de su misión”.

José María Rosa. Historia Argentina.

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