Los líderes de la CGT viajaron 11 mil kilómetros para ver al Papa, pero en la Argentina, no son capaces de moverse ni al Congreso de la Nación, para defender a los jubilados. ¿Para cuándo un plan de lucha nacional que enfrente el ajuste de Milei?

Por Lisandro Libertad / La Izquierda Diario. “La pasividad se construye”, es la frase de los últimos meses. ¿Cómo es posible que un presidente, que asume al poder prácticamente sin partido político, pueda hacer pasar tal cantidad de ataques a las condiciones de vidas de las mayorías?

Sin dudas, la misma casta política que se alterna en el poder hace décadas, le está bancando la gobernabilidad y todos los caprichos antipopulares a un presidente pirata que vino a saquear para la “corona” del FMI. Esto se ve clarito dentro del Congreso de la Nación: el PRO se mantiene leal, también la bastardeada UCR y un sector del peronismo. Así permitieron que el ajuste se pague metiéndole la mano en el bolsillo a los jubilados y jubiladas; a la vez que le quitaron importantes cargas impositivas a los más ricos de la sociedad. Así avalaron la entrega nacional y la vocación de colonia yanqui, con la Ley de Bases. Lo principal para la casta, es que el régimen se mantenga en pie, aunque eso signifique poderes cuasi-monárquicos para el presidente de la República.

Y ¿las centrales sindicales? Parece que hubiera pasado una eternidad desde el último paro nacional que convocó la CGT en el mes de mayo. El acatamiento fue contundente, como también lo fue la inmensa movilización universitaria convocada en abril por gremios y centros de estudiantes. Cuando las organizaciones convocan, los trabajadores, las mujeres y los jóvenes se movilizan. Cuando hay decenas de miles de personas en la calle, no hay protocolo Bullrich que aguante. Porque, como diría Norma Plá, “somos más pueblo que milicos”.

Pero los líderes sindicales de la principal central obrera de la Argentina, prefieren viajar 11 mil kilómetros para ir a entrevistarse con el Papa Francisco en el Vaticano (Italia), antes que moverse al Congreso de la Nación para defender a los jubilados y jubiladas. Mucho menos convocar un plan de lucha nacional, para enfrentar el ajuste de Javier Milei en su conjunto.

Libertad de inacción

En la página oficial de la CGT, publicaron una pocas líneas sobre el encuentro con Bergoglio: la central sindical “expresó su visión sobre la preocupación del desempleo y la pobreza que permite el avance de flagelos sociales como las adicciones y el narcotráfico”.

Temas realmente preocupantes. Los despidos en el sector público son efectuados por la mano directa del Gobierno. Y, en el sector privado, por las patronales que le hacen pagar a los trabajadores las consecuencias de la recesión que el propio Gobierno genera con sus políticas brutales de ajuste. Mientras que la pobreza, que ya venía creciendo entre el gobierno de Mauricio Macri y el de Alberto Fernández, con Milei dio un terrible salto.

¡Si tan solo tuviéramos centrales sindicales, para responder a este Gobierno hambreador, con la fuerza de un solo puño, en unidad entre todos los trabajadores y trabajadoras! Casi a uno se le olvida que existen la CGT y las CTAs.

“La verdadera batalla se daba en la cámara de Diputados; la manifestación que podía darse en la calle es un hecho táctico” -fue la excusa de uno de los líderes cegetistas, Andrés Rodríguez (UPCN), por ser tan cagón de no apoyar a los jubilados que se manifestaron en las calles contra el veto de Milei. Aunque con mucha bondad aclaró que “la CGT dio libertad de acción para que esa manifestación se realizara sin dificultades y con total libertad”. Gracias por la consideración.

El único de los líderes que encabezan esta central obrera que sí participó, Pablo Moyano, lo hizo como dirigente de su sector. Al igual que frente de la Ley de Bases, su columna, aunque muy nutrida, ni siquiera llegó a las inmediaciones del Congreso. Seguramente 5 mil trabajadores y trabajadoras camioneros eran suficientes para romper cualquier cordón policial y llegar hasta la primera línea, donde estaban los jubilados y jubiladas. Al momento de la votación, ya se habían retirado.

¡Qué distinto hubiera sido si se acompañaba esa movilización con un paro nacional! Y si se preparaba previamente con grandes asambleas desde las bases, donde debatir cómo enfrentar al Gobierno, en unidad. Pero nuestros dirigentes, una y otra vez, deciden construir la inacción y la pasividad.

Por su parte, las CTAs, tampoco quieren responden desde la verdadera capacidad de combate que tiene el pueblo trabajador.

Daniel Catalano (ATE Capital), del sector afín a Hugo Yasky explicó con una sinceridad pasmante, la ubicación de este sector sindical. “Le piden al sindicalismo que resuelva algo que la sociedad no pudo resolver en las urnas. Eligió un gobierno de ultraderecha y ahora quiere un sindicalismo combativo que le resuelva el problema de todos los días. Vos no podes elegir a un sorete como Javier Milei y después decirle a tu sindicato ’Che yo quiero que vos me defiendas, porque me acaban de echar a la mierda’”.

Ya habrá quien diga: No podés elegir a uno como dirigente gremial, que después no te defiende cuando te echan a la mierda. Más de 60 mil puestos de trabajo se perdieron en el sector público bajo este Gobierno.

Esta verdadera “libertad de inacción” que sostienen los líderes gremiales (cada sector en un nivel distinto de pasividad) merece una dura crítica por parte de los trabajadores y trabajadoras. Hoy en día la necesidad de “unidad de los trabajadores” es un sentido común extendido en las bases de los sindicatos, que entienden que el ataque es al conjunto y así debería ser la respuesta.

Una vieja frase nacida en la historia de lucha del movimiento obrero, hoy toma un nuevo brillo: “Con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes”. Solamente con la fuerza de los trabajadores y trabajadoras desplegada y organizada desde las bases, podremos recuperar los sindicatos para la lucha. La verdadera huelga general, será construida desde abajo.

Por lo pronto, queda una pelea que dar contra el probable veto de Milei al presupuesto universitario. Dentro de la cámara de Diputados, ya vimos que poco se puede esperar de la casta atornillada. La verdadera batalla, a diferencia de lo que dice Rodríguez, está en las calles. Una vez más, necesitamos exigirle a las centrales sindicales que convoquen al paro y la movilización. Como así también a los centros de estudiantes, que se pongan al frente de lograr una masiva participación.