Reconocido como “el poeta del tango”, Ovidio Cátulo González Castillo fue un gran letrista y compositor nacido el 6 de agosto de 1906 en Buenos Aires. Escribió, entre otros clásicos, “Organito de la tarde”, “El aguacero”, “Tinta Roja”, “Caserón de tejas”, “Café de los angelitos” y “María”; y la música del hermoso tango “Silvando”.
Silbando: versos de José González Castillo y música de Cátulo Castillo y Sebastián Piana en la vos de Edmundo Rivero.
Su padre fue el dramaturgo y poeta, José González Castillo, con militancia en el anarquismo, a su hijo Cátulo pretendió inscribirlo en el Registro Civil como Descanso Dominical González Castillo, pero como se lo negaron sus amigos lo convencieron para que transara y entonces lo anotó como Ovidio Cátulo Castillo. Una anécdota que pinta seguramente la impronta familiar que influyó en su formación.

Cátulo , pasó parte de su infancia en Chile exiliado junto a su familia por cuestiones políticas, hasta que regresaron al país cuando Hipólito Yrigoyen asumió la presidencia. A los ocho años ya mostraba pasión por la música; aprendió solfeo, teoría, violín y, más tarde, comenzó a estudiar piano y composición. “Organito de la tarde” fue su primer tango premiado en el concurso de “Disco Doble Nacional” organizado por Max Glucksman.
En 1927 viajó a España junto con una orquesta integrada por Ricardo Malerba y Miguel Caló, en bandoneones; Alfredo Malerba, en piano; Carlos Malerba y Estanislao Savarese, en violines; Roberto Maida, en voz y él como pianista y director.
Entre su repertorio estaban: “Caminito del taller”, “Acuarelita de arrabal”, “Silbando”, “El Aguacero” e “Invocación al tango”.
Fue un gran estudioso; durante la década del 30` obtuvo una de las cátedras del Conservatorio Municipal Manuel de Falla, llegando a ser su director en 1950, hasta jubilarse del cargo. En 1935 comenzó a dedicarse a la creación poética y empezó a trabajar con músicos que tenían orquesta contribuyendo a la composición de la letra. Colaboró con Aníbal Troilo en “María”, “La última curda”, “La cantina”, “A Homero”, “Y a mí qué”, “Una canción” y “Desencuentro”.

En la lista de tangos de su creación se destacan: “Dinero, Dinero” (en conjunto con Enrique Delfino), “Te llaman violín” (junto a Elvino Vardano), “La Madrugada” (en colaboración con Angel Maffia), “Un hombre silba” (con música de Sebastián Piana), “Para qué te quiero tanto” (en compañía de Juan Lorenza), “Papel Picado” y “Tango sin letra”, entre otros.
También fue periodista, escribió teatro, presidió SADAIC (Sociedad Argentina de Autores, Intérpretes y Compositores) y la Comisión Nacional de Cultura, en 1953, durante el gobierno de Juan Domingo Perón.
Amante de los animales, llegó a tener 95 perros, 19 gatos y dos corderitos, a los que les puso por nombres Juan y Domingo; fue el fundador del Movimiento Argentino de Protección Animal (MAPA). A la par se dedicó a la práctica del boxeo; fue Campeón Argentino de Peso Pluma, y llegó a ser preseleccionado para los juegos Olímpicos de 1924.
En 1974 fue designado Ciudadano Ilustre de la ciudad de Buenos Aires y, en agradecimiento, Cátulo relató la siguiente fábula: “El águila y el gusano llegaron a la cima de una montaña. El gusano se ufanaba de ello. El águila aclaró: ‘Vos llegaste trepando, yo volando’. ¿Pájaros o gusanos? -inquiría Cátulo- he aquí una pregunta clave”.
Tenía 69 años cuando falleció el 19 de octubre de 1975.
Fuente: radionacional.com.ar/
