“Avellanedense de pura cepa”, Martha Romero encarna una historia de superación, esfuerzo y perseverancia. En plena pandemia, cursó su última materia y defendió su tesis en forma online. “Trato de seguir aprendiendo”, confiesa.
La de Martha no es una historia más. Es de ésas que viajan de boca en boca vaya a saber uno hasta dónde, de ésas que se cuentan entre cebada y cebada y que despiertan un “¡Qué ejemplo!” en la sobremesa familiar de un día cualquiera, de ésas que van de celular a celular en los grupos de WhatsApp y que se estampan en las redes sociales bajo una lluvia de “me gusta”.
Martha es Martha Romero y, hace pocos días atrás (el viernes 26 de febrero), con 84 años, defendió su tesis de grado -plataforma Zoom mediante-, y se recibió de Licenciada en Gestión Cultural en la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV). Sí, leyeron bien. Por eso, la de Martha es una historia que interpela y emociona, que alienta y enorgullece; una de esas historias que invitan a seguir adelante. Ah, pero, ¿y mi edad? ¿La edad? ¡Qué importa! Se puede. Martha, sí, Martha pudo.
Nacida en el Hospital Fiorito allá por 1936, Martha dice ser “avellanedense de pura cepa”. Estudió para ser maestra en el Normal Nro.5, de Barracas, y su primer puesto fue en la Escuela 41, de Avellaneda, que estaba a dos cuadras de su casa. “Trabajé en muchos barrios vulnerables y en la escuela de la costa de Quilmes, una experiencia inolvidable porque los costeros adoran a las maestras que van hasta allí a enseñar a sus hijos”, cuenta.
“Siempre tuve un afán cultural y de perfeccionamiento”, confiesa. Y cuando se inauguró la UNDAV allá por 2011, no lo dudó y se anotó en la carrera. Amante de la lectura y la escritura, su relación con los temas culturales de la ciudad de Avellaneda fue una constante en su vida. Por eso, al jubilarse, Martha, quien también es miembro fundador de la Sociedad de Escritores, se inscribió en el Instituto de Profesorado Secundario de Avellaneda y se recibió de profesora nacional de inglés.
El paso por la UNDAV le resultó muy grato, a pesar de algunas dificultades propias de la edad: “tuve muy buena relación con mis compañeros, incluso me festejaban los cumpleaños, me mimaban mucho. Agradezco todo lo que me brindó la Universidad. La edad me dificultó un poco estudiar porque tengo menos memoria y por mi discapacidad auditiva, que me trabó mucho. Pero conté con el apoyo muy valioso de mi tutora Natalia Rodríguez y el de mis compañeros”.
“Con Martha nos conocimos a fines de 2014, cuando tenía 78 años”, relata Natalia. “Entró a la oficina del Programa de Articulación, Ingreso y Permanencia perteneciente a la Secretaría Académica, donde funcionaba el espacio de talleres y tutorías y me comentó que estaba desanimada porque había quedado libre en la materia Informática, ya que a su edad no sabía encender una computadora o manejar el mouse. Estaba angustiada, pero quería intentarlo”, recuerda.
El vínculo que fueron construyendo se basó en tres pilares: confianza, compromiso y constancia. Podían volver a empezar las veces que fuera necesario, ser flexibles con los planes, reprogramar los encuentros e incluso recursar materias. Finalmente, y luego de mucho trabajo, en 2017 Martha promocionó Informática. Y, por esas cosas que tiene la vida, la pandemia llegó de sorpresa y la virtualidad pasó a ser la única opción posible. “Informática súper aprobada y Martha a punto de recibirse. Cursó su última materia totalmente a distancia y, del mismo modo, realizó y defendió su tesis final”, dice Natalia, orgullosa.
Con gran interés en los temas sociales, Martha basó su tesis en la experiencia de la orquesta infantojuvenil de la AMIA “Arnoldo Fiedotin”. “Yo amo mucho a los jóvenes. Porque la juventud que trabaja y estudia es la que va dirigir nuestro destino como país. En ellos está el futuro de nuestra patria”, asegura.
La Mg. Leticia Marrone, su tutora en el proceso de armado de la tesina, hace hincapié en la relevancia de la formación continua y asegura que la de Martha es una historia que nos interpela: “La experiencia de Martha es digna de destacar porque es un claro ejemplo de que otro modo de envejecer es posible. En estas épocas tan dinámicas, la formación continua es una herramienta necesaria para aggiornarnos a los tiempos complejos. Su ejemplo nos interpela para seguir pensando y construyendo instituciones y políticas institucionales que puedan albergar a todos, todas y todes”.
Incansable, Martha no deja de sorprender. “Aprendí muchas cosas y sé que para conocerlas bien, habría que seguir estudiando, aunque sé que a esta altura mucho más no puedo. Pero tengo voluntad y trato de leer todo lo que pueda y seguir aprendiendo”, afirma.
Fuente: Prensa Undav