Se cumple un nuevo aniversario del golpe de Estado de 1976 que dio inicio a la dictadura cívico-militar-eclesiástica, la más sangrienta de nuestra historia que en su saldo más siniestro dejo a más de 30.000 detenidos-desaparecidos.
Mucho se ha escrito sobre este proyecto genocida que marcó para siempre nuestra vida como nación. Tal vez lo imprescindible para que la memoria se convierta en una muralla infranqueable para nuestro futuro, sea reconocer y destacar los objetivos centrales que impulsaron ese plan de aniquilación de nuestra sociedad.
Así, lo primero sería identificar que este proyecto de exterminio, tuvo su primera misión en instalar el neoliberalismo, incipiente en aquellos años, en nuestro país.
El ministro de economía de la dictadura, Martínez de Hoz, heredero de la familia la oligarquía que luego de la “Conquista de Desierto” usurpó media Patagonia, fue el que impulsó la destrucción del estado.
Llevó a cabo un programa económico neoliberal que desindustrializó al país y llevó la deuda externa de 8 mil a 46 mil millones de dólares. La apertura comercial, las altas tasas de interés y la libre entrada de capitales extranjeros fueron de las claves más importantes de la economía de esos años.
Para ello fue necesario la feroz represión que diezmo a toda una generación de compatriotas comprometidos con la liberación de nuestro país. Y que quedó materializada en los más de 300 centros clandestinos de detención y tortura, cuyo resultado fueron los más de 30 mil desaparecidos.
Son los que arrojaban a personas vivas al mar, los que violaban detenidas, los que robaron bebés.
Los genocidas del 76 son los mismos, que arrojaron a Mariano Moreno al mar, son los mismos que arrojaron al exilio al libertador José de San Martín, a Juan Manuel de Rosas, a Perón.
Son los mismos que masacraron a más de 700 trabajadores en la Semana Trágica en 1919 en Buenos Aires.
O los que fusilaron a más de 1500 obreros en la Patagonia en 1921.
Son los mismo que bombardearon a la población civil en Plaza de Mayo dejando más de 600 muertos, en 1955.
Son lo mismo que los que secuestraron, mutilaron y vejaron el cadáver de Eva Perón.
Son los mismos que profanaron los restos de Juan Domingo Perón… y le cortaron las manos.
Son los mismos que masacraron a más de 30 compatriotas en diciembre de 2001.
Son los mismos que asesinaron a Pocho Leprati en Rosario, también en el 2001.
O los asesinaron a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, en la Estación de Avellaneda en junio del año 2002.
Los mismo que mataron a mansalva a Mariano Ferreyra, en el año 2010.
Los mismos que mataron cobardemente a Santiago Maldonado y a Rafael Nahuel en 2017.
Los mismo que persiguieron junto al poder judicial a gremialista y opositores a partir del año 2016.
Los mismo que hoy tiene como bandera, la reforma laboral para esclavizar a los trabajadores o la reforma de las jubilaciones para exterminar a los jubilados.
O los que quieren encarcelar a los desocupados que cortan las calles para que sus reclamos sean visibles.
O los que proponen el fin de Estado, o imponer la dolarización para que reine el mercado.
Son los demonios, de la miseria, el esclavismo y la muerte.
Solo con la toma de la conciencia -del futuro infierno que vendrá, si somos indiferentes- y con la oposición activa, se generará, la posibilidad, sólo la posibilidad, de evitar este nuevo y definitivo exterminio.
Raúl Espíndola