Un 20 de junio de 1820 moría en total soledad y pobreza, el más claro, tenaz y honorable hombre de la Revolución de Mayo. El General Manuel Belgrano no era un militar de carrera, sino un abogado, economista, periodista y político, que había sido Secretario del Consulado durante la Colonia. Desde sus artículos en el periódico “Correo de Comercio” impulsó la necesidad de fortalecer el comercio interno, protegiendo y subvencionando las artesanías y las fábricas locales para desarrollar la industria nacional: «La importación de mercancías que impiden el consumo de las del país o que perjudican al progreso de sus manufacturas, lleva tras sí necesariamente la ruina de una nación». Así también fue un pionero en impulsar la educación pública y la enseñanza de oficios. Y propuso una incipiente reforma agraria para entregar tierras de cultivo a los sectores desposeídos. Gracias a su influencia y a la de San Martín en el Congreso de Tucumán de 1816, por fin, los diputados de las provincias decidieron declarar formalmente la Independencia. Un justo reconocimiento para él sería compartir junto a ese otro grande, San Martín, la distinción de Padre de la Patria.

La Creación de la Bandera

Mientras en Buenos Aires se dirimía una disputa feroz entre porteños y provincianos y se disolvía la Junta Grande, expulsando de Buenos Aires a los diputados provinciales a instancia de Bernardino Rivadavia, que predominaba en el Primer Triunvirato, Manuel Belgrano era designado Coronel del Regimiento de Patricios.

Ante la amenaza de los realistas afianzados en Montevideo, que permanentemente asediaban con su escuadrilla fluvial las costas del Paraná y el Uruguay, Belgrano fue designado para marchar hacia Rosario y construir, sobre sus barrancas, fortificaciones y baterías costaneras para la defensa del territorio. Así, comenzó la construcción de una batería en las barrancas de dicha Villa a la que denominó “Libertad” y otra, en una isla cercana, a la que bautizó “Independencia”.

Ante la inminente incursión de la escuadra realista, Belgrano, para elevar la moral de su tropa, decidió crear una escarapela azul/celeste y blanca para que unificara a los soldados de la Patria y al mismo tiempo los distinguiera del enemigo. El 13 de febrero 1812 pidió autorización al gobierno de Buenos Aires y el 23, habiendo recibido la aprobación, en donde se le expresa que sería tomada como la Escarapela Nacional, Belgrano, entrega la Insignia a sus hombres y entusiasmado apuesta por más: el 27 de febrero, al inaugurar la segunda batería “Independencia”, iza una gran bandera con los mismos colores de la escarapela. Consumado el hecho lo comunica a Buenos Aires.

Rivadavia recibe la noticia azorado, porque izar una bandera significaba una virtual “declaración de independencia” y eso podía quitarle protagonismo en las negociaciones con Lord Strangford, embajador inglés afincado en Río de Janeiro y encargado de vigilar todo lo que sucedía en el Río de la Plata y que tuviera importancia para los intereses del imperialismo Británico.

Inmediatamente, el gobierno de Buenos Aires ordenó a Belgrano que hiciese pasar el hecho por un rapto de entusiasmo, y que ocultará la bandera cuidadosamente. Sin embargo, cuando llegó esa comunicación a Rosario, Belgrano ya se encontraba camino a Jujuy para hacerse cargo del Ejercito del Norte, que acaba de perder para siempre el Alto Perú (hoy Bolivia).

Al llegar a la Posta de Yatasto, a unos kilómetros de Tucumán, se encuentra con el Ejército que viene en retirada y recibe una tropa de 1200 hombres, que viene desmoralizada, casi desarmada y mal alimentada. El trabajo de Belgrano será febril para poner en condiciones ese ejército y poder marchar a mediados de mayo de 1812 hacia Jujuy, donde establece su cuartel general. Allí festejará el segundo aniversario de la Revolución de Mayo.

En la Catedral de la ciudad hace celebrar un Tedeum en donde el sacerdote Juan Ignacio Gorriti bendice la bandera nacional que luego es paseada y llevada al Cabildo con salvas de cañones. Luego, el patriota, ante la tropa formada en la Plaza Mayor y frente a nuestra bandera arengará a sus hombres con una verdadera declaración de Independencia: “¡Soldados, hijos dignos de la patria, camaradas míos! Dos años hace que por primera vez resonó en estas regiones el grito de Libertad y él continuó propagándose hasta por las cavernas más recónditas de los Andes… El 25 de mayo será para siempre memorable en los anales de nuestra historia y vosotros tendréis un motivo más de recordarlo cuando veis en el, por primera vez, la bandera nacional en mis manos que ya nos distingue de las demás naciones del globo… Esta gloria debemos sostenerla de un modo digno con la unión, la constancia y exacto cumplimiento de nuestras obligaciones hacia Dios…Jurad conmigo ejecutarlo así y en prueba de ello repetid ¡Viva La Patria”.

Eran horas de encender el espíritu patriota en momentos en que se estaba presentando batalla al enemigo.

Laila Linares /Agenda del Sur