Este 29 de septiembre se celebró el día mundial del corazón. En Argentina, los infartos y enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte. Hace unos días, murió Daniel Goral, trabajador del Ministerio de Justicia, próximo a jubilarse, en el medio del anuncio de una nueva tanda despidos. ¿qué relación existe entre crisis económica, ajuste y padecimientos psicosomáticos?

Margarita Valencia Licenciada en Psicología / Matías Rajovitzky Trabajador judicial y miembro del MAC estatales de Zona Norte. Para La Izquierda Diario.

La determinación social de la salud:

El estrés, la exposición a situaciones de peligro, la mala calidad de alimentación y la presencia de cuadros de ansiedad o depresión aguda, se encuentran entre los principales factores que pueden desencadenar un infarto, sin embargo, desde una mirada médico hegemónica, tienen muy poco peso los determinantes sociales a la hora de pensar la salud.

Los factores de riesgo suelen pensarse en términos del cuidado individual, abundan consejos en redes y medios de comunicación, sobre el ejercicio y la alimentación saludable, o incluso el cuidado del bienestar emocional, pero totalmente descontextualizados de la crisis social y económica que atraviesa el país, del estado crónico de la precarización laboral, del ajuste de un gobierno que llevó la pobreza al 52,9% y que pretende naturalizar que tengamos, ya no dos, sino hasta tres trabajos para llegar a fin de mes.

Cuerpos/máquinas:

Vivimos en un sistema que espera de las y los trabajadores una extrema funcionalidad para producir ganancia al menor costo posible, somos cuerpos que tienen que funcionar sin límite hasta el agotamiento. Está mal visto detenerse, “perder el tiempo”, y muchas veces, hasta el propio descanso termina viviéndose con sentimiento de culpa.

Esta presión por la automatización, implica también que los problemas de la salud tiendan a escindirse y reducirse únicamente a su expresión física, como si fuéramos simples máquinas que, se dañan y salen de circulación.

Pero no, no somos autómatas, ni cuerpos ajenos a nuestras condiciones de existencia, no se pueden pensar los problemas de la salud y la enfermedad, por fuera de los problemas sociales que nos atraviesan, mucho más en momentos de ajuste. Un estudio publicado en la revista argentina de cardiología (2012), mostró cómo el impacto de la crisis del sudeste asiático (1998-1999) y la caída de la convertibilidad (2001-2002), impactó en el aumento de los índices de mortalidad por infarto y ACV, ya que el estrés produce un aumento importante en la frecuencia cardíaca y la presión arterial.

Otros estudios, muestran a su vez, que la ansiedad aumenta el riesgo en personas con cuadros preexistentes y la depresión puede hasta duplicar el riesgo.

El temor por el futuro, la inestabilidad económica, o en un caso más concreto, el ser despedido (más en condiciones de vulnerabilidad), hay un evento que se presenta como una situación insoportable, que no solo implica una amenaza a la posibilidad de garantizarnos la vida física, sino que representa un quiebre emocional, un afecto difícil de sobrellevar, una caída en la imagen del sujeto. Un infarto aparece también, como la irrupción violenta en el cuerpo, de este sufrimiento social.

A su vez, el plan de ajuste salvaje del gobierno de Milei, implica el uso de un discurso de “descarte” sobre los trabajadores, los despedidos, los jubilados, que incluso, en algunos casos, viven las propias situaciones de enfermedad, como un estigma, sintiéndose responsables o individualizando el malestar social. Varios pacientes que se sobrellevan haber tenido un infarto, sienten como principal preocupación convertirse en un “peso” para sus familias.

Lo mejor para la salud es organizarse:

Es necesario discutir las condiciones sociales y politizar el malestar físico y subjetivo, contra las visiones reduccionistas e individualizantes del “cuerpo enfermo”. No hay salud con ajuste. La oposición política y los sindicatos que dejan pasar el ajuste, militan también para instalar un clima de resignación y desmoralización.

Pero los diferentes procesos de lucha que están llevando adelante los jubilados, los trabajadores de aerolíneas, las y los trabajadores de la Salud, como en el Posadas y en el Hospital Garraham, la docencia y los estudiantes que nos preparamos para la marcha educativa del 2 de octubre, somos el contrapeso a su política.

Es necesario denunciar cada una de las consecuencias que este ajuste implica para la vida de millones. Las y los trabajadores, tenemos que unificar nuestras luchas, recuperar el espacio público, salir a las calles y organizarnos, también como forma de expresión y politización del malestar.

Cuidemos el corazón, hagamos ejercicio, comamos saludable, pero centralmente, organicemos contra el ajuste.

Fuente: La Izquierda Diario