En un coloquio con ultraderechistas evangélicos norteamericanos realizado en Jerusalén, hace una semana, el ministro israelí de Finanzas, el fascista religioso Bezalel Smotrich, reclamó la anexión completa de Cisjordania y la ocupación definitiva, civil y militar, de la Franja de Gaza, restableciendo los asentamientos sionistas retirados en 2005.

Por Olga Cristóbal. Smotrich, cínicamente, propuso que Israel “facilite el traslado a otros países” -la expulsión- de los palestinos que rechacen este formato de ocupación. En realidad, la masacre en Gaza alcanza tales proporciones que las Naciones Unidas alertan sobre la posibilidad de un exterminio total de los gazatíes. La política de aniquilamiento persiste día tras día. El martes, el gobierno norteamericano tuvo que fingir preocupación –“EE.UU. interroga a Israel tras un ‘espeluznante’ ataque en el norte de Gaza que causa decenas de muertos”- después de que los sionistas bombardearon un edificio residencial asesinando a un centenar de personas, mayoritariamente mujeres y niños. Otro tanto hicieron, simultáneamente, en El Líbano.

Como parte de la limpieza étnica deben entenderse las dos leyes recientes que prohíben las actividades de la UNRWA, la oficina de la ONU para los refugiados palestinos, “en el territorio de Israel” (1). En el lenguaje de la ocupación significa desde Cisjordania hasta Gaza, pasando por Jerusalén. “Si Israel decide aplicar esta ley en Cisjordania y Gaza, más de 2,9 millones de palestinos de una treintena de campos de refugiados dejarán de tener escuelas, atención médica, recolección de basura y otros servicios municipales”, declaró a Mondoweiss Lubna Shomali, directora del Centro BADIL de Recursos para los Derechos de los Refugiados Palestinos y su Residencia. “Sabemos que no hay alternativa a la UNRWA cuando se trata de suministrar alimentos y otras ayudas vitales en Gaza”, admitió la embajadora norteamericana ante la ONU.

“Una guerra sin brújula…”

La ocupación militar permanente de Gaza -y la orientación general de la guerra- sigue dividiendo al gobierno de Netanhayu entre los que aspiran a imponer un rediseño total del mapa de Medio Oriente, derrotando a Teherán, y quienes temen por la suerte de esa aventura. El 27 de octubre, poco antes del ataque a Irán, el ministro de Defensa, el genocida Yoav Gallant, envió una carta pública a Netanyahu, sus ministros y a los jefes del Shin Bet, el Mossad y el Estado Mayor. Dice que “la guerra se está llevando a cabo sin brújula válida y sin objetivos” (Haaretz, 28/10).

Gallant propuso cuatro nuevos objetivos. En Gaza, “establecer una realidad sin amenaza militar, impedir la mejora de las capacidades terroristas, asegurar el retorno de todos los rehenes y promover una alternativa al gobierno de Hamás”. Para El Líbano, “crear una situación de seguridad que permita a los residentes del norte [de Israel] regresar a sus hogares”; para Irán, “la disuasión y mantener a Irán fuera de la guerra” y, para Cisjordania, “prevenir brotes violentos frustrando el terrorismo”. Más claro, Gallant no quiere embarcarse en una guerra regional. La Oficina de Netanyahu le respondió tajantemente: “La carta del ministro Gallant es bastante desconcertante. Hay una brújula, que son los objetivos de guerra determinados por el gabinete de seguridad, que se evalúan constantemente y se ampliaron recientemente”.

Sin embargo, también el presidente istaelí Isaac Herzog, en la sesión inaugural de la legislatura de invierno del parlamento israelí, señaló que las fuerzas militares y de seguridad, y sus familias, llevan una carga sin precedentes”. Herzog dijo que “los enemigos se han fijado como principal objetivo destruir la confianza mutua entre los israelíes, y lo hacen reduciendo la confianza de los israelíes en su ejército”. Algunos entendieron que estaba pidiendo que los religiosos se sumen al ejército, que está sostenido por judíos laicos.

Los muertos que vos matáis

La muerte de los soldados sionistas en El Líbano sacude al gobierno de un país que se jacta de tener el quinto ejército del planeta, pero está acostumbrado a combatir desde el aire y con tecnología. En el cuerpo a cuerpo con las milicias palestinas y libanesas, la historia es otra. Esta semana, en una conferencia de prensa, el ministro Smotrich se deshizo en lágrimas por la oleada de muertes de soldados sionistas en los últimos días. Y agregó que el costo de la guerra lo estaba pagando desproporcionadamente la comunidad sionista religiosa.

“En los últimos días, vemos, leemos y escuchamos historias desgarradoras de los caídos, incluidos muchos reservistas, incluidos ancianos, padres de muchos niños, religiosos y seculares, kibutzniks y colonos, pero no podemos ignorar el hecho de que la comunidad sionista religiosa está pagando un precio desproporcionado a su tamaño en la población, los precios más altos en esta guerra”, sollozó el mismo que pretende dejar sin palestinos los territorios ocupados (Jerusalem Post, 28/10). “Israel está en guerra y desesperado por soldados y mano de obra”, gritó Smotrich, en un reproche a los gritos a los haredíes que se niegan a tomar las armas. Es que nadie discute que la invasión a El Líbano ha dejado expuestos los límites militares de Israel. En principio, la incapacidad de interceptar los misiles de Hezbollah. Uno arruinó una merienda de la brigada de elite Golani, causando varios muertos y un centenar de heridos. Otro destruyó una de las casas de Netanyahu.

La guerra del sionismo -de la que el imperialismo yanky participa no solo con armas y recursos, sino también en la definición estratégica- genera problemas en Estados Unidos y no solo a la temblequeante candidata demócrata Kamala Harris, abucheada por cientos de votantes demócratas en Michigan. Un extenso artículo de Wall Street Journal (29/10) advirtió que “el Pentágono se queda sin misiles de defensa antiaérea ante el aumento de la demanda” y que “el gran número de interceptores utilizados para atacar misiles y aviones no tripulados en Oriente Medio hace temer por la preparación militar de Estados Unidos en el Pacífico”. Más clarito, China.

La escasez “plantea interrogantes sobre la preparación del Pentágono para responder a las continuas guerras en Oriente Medio y Europa y a un posible conflicto en el Pacífico”, se preocupa WSJ, que agrega que la producción no da abasto a reponer los que se utilizan. Un solo misil estándar puede costar millones de dólares.

Elias Yousif, un experto en Defensa de Washington, sostiene que “Estados Unidos no ha desarrollado una base industrial de defensa pensada para una guerra de desgaste a gran escala tanto en Europa como en Oriente Medio. Y ambas guerras son conflictos prolongados, que no formaban parte de la planificación de la defensa estadounidense”.

En la misma línea, Mark Montgomery, contraalmirante retirado y director de un think tank conservador en Washington, se queja: “Estamos gastando un año de misiles estándar, misiles estándar que se supone que forman parte de nuestro rearme para China”, dijo. “Así que, al 100%, hemos retrasado, una vez más en Oriente Medio, la preparación de la Marina para ejecutar operaciones en el Pacífico”.

(1) UNRWA trabaja en 58 campos de refugiados palestinos reconocidos en la Franja de Gaza, Cisjordania, Jordania, Siria y Líbano. Atiende a más de 5,9 millones de refugiados palestinos. Sus servicios incluyen 706 escuelas, que ofrecen educación a más de 660.000 niños y adolescentes. UNRWA también gestiona 147 centros médicos, que ofrecen medicamentos básicos. En Gaza, es la mayor organización de asistencia humanitaria: el 78 % de la población son refugiados de 1948 y sus descendientes.

Fuente: Política Obrera