La guerra de la Triple Alianza o guerra de la triple infamia (1864-1870) fue el exterminio planificado de la Nación y el pueblo paraguayo llevado a cabo por el Imperio de Brasil, Argentina y Uruguay, impulsados por el Imperio Británico.
Bartolomé Mitre y Faustino D. Sarmiento, los liberales del momento, fueron los promotores más destacados de nuestro país.
La impopularidad de la Guerra de la Triple Alianza provocó levantamientos en Mendoza, San Juan, La Rioja y San Luis. Cuentan las crónicas de aquellos años que gran cantidad de soldados argentinos fueron enviados “engrillados” a la contienda, por oponerse al enfrentamientos con un pueblo hermano.
Paraguay era la Nación más avanzada de Sudamérica para la época, poseía el mayor nivel educativo y una economía próspera sobre las bases de su industria nacional y el mercado interno. Tenía una importante línea ferroviaria, acerías y una importante flota marítima para sus exportaciones.
La guerra del Paraguay fue un verdadero genocidio. Más de 700.000 paraguayos fueron muertos en ella, quedando solamente 150.000 mujeres, hambrientas y enfermas y unos 1.500 hombres que eran ancianos, niños y mutilados de guerra. El país hermano había sido trágicamente exterminado. Le impusieron una tremenda deuda económica, como gastos de la guerra, que terminaron de pagar muchos años después. Epidemias de cólera y fiebre amarilla continuaron causando estragos.
El Combate de Cerro Corá, el último de la guerra, fue más una masacre que un combate, si se tiene en cuenta la enorme disparidad de tropas y recursos: 2600 brasileños bien armados contra 409 defensores.
A continuación el relato estremecedor del historiador José María Rosa de la última defensa del Mariscal Francisco Solano López y su asesinato el 1 de marzo de 1870.
El 1° de marzo las tropas brasileñas llegan a Cerro Corá, donde había llegado el Mariscal Solano López en su retirada, con su familia y un pequeño grupo de soldados.
El coronel Roa, que custodia el acceso es copado y degollado de inmediato.
López y los suyos se forman correctamente para la batalla, montados en escuálidos “jamelgos”. Un Clarín paraguayo ordena la carga -¡La última!- que se da al paso porque los caballos están en esqueletos. Los brasileños se repliegan, en parte por la sorpresa y también porque la distancia le da superioridad a sus buenas carabinas. La “carga” paraguaya es acribillada.
Atraído por el uniforme del Mariscal, el enemigo se lanza sobre López, que ordena a su hijo Panchito, que está su lado, que vaya a proteger a su madre y hermanos más pequeños. Entonces hace frente a los imperiales con la sola arma de su espadín de oro, en cuya hoja está escrito “Independencia o Muerte”.
Es alcanzado por un lanzazo al vientre. Pese a las heridas se mantiene en su caballo. El coronel Aveiro toma las riendas del caballo y lo lleva hacia el río, los brasileños lo siguen porque la cabeza del presidente está premiada con 100 libras esterlina.
López agotado y desangrado cae de la silla. El Coronel y el médico Ibarra lo ayudan a cruzar la corriente y tratan de subirlo a la barranca.
“¡Déjenme!”, ordena López en guaraní, pero no quieren abandonarlo. Llegan los brasileños y López trata de incorporarse pero se desploma en el agua. No obstante mantiene se espadín en la mano.
El general brasileño Cámara, le formula la propuesta de rigor: “Ríndase, le garanto la vida”. López le amaga una estocada y le responde: ”¡Muero con mi Patria!”.
Intentan sacarle el arma de la mano, el Mariscal se resiste. El Cambá lo toma del pelo y lo arrastra a la orilla: “!Maten a ese hombre!. Un tiro manlicher le atraviesa el corazón.
La soldadesca se dirige a los carruajes, donde se encuentran los familiares de López. Panchito hace guardia ante el carruaje de su madre: los brasileños le preguntan si esa mujer es la querida de López y los niños, los bastardos. Panchito arremete contra los canallas que le gritan:”¡Ríndete!”. “¡Un Coronel Paraguayo no se rinde!”. Lo matan.
Elisa Lynch, esposa de López, cubre el cuerpo de su hijo muerto; Algunos soldados quieren propasarse:”¡ Cuidado soy inglesa!”. La dejan en libertad.
Elisa, busca el cadáver de Solano López para enterrarlo junto al de Panchito en una tumba cavada con sus propias manos.
Mientras los vencedores festejan con estrépitos la victoria, reza una sencilla oración despidiendo al compañero y al hijo.
La guerra del Paraguay ha terminado.
Bibliografía: Historia Argentina de José María Rosa
Raúl Espíndola /Agenda del Sur