(Opinión. Escribe: Jorge Altamira). Una censura, en algunos casos velada, en otros abierta, rodea el episodio de los insultos de Javier Milei, el presidente de Argentina, contra Gustavo Petro, el de Colombia. Milei es un farsante, pero no una cuerda suelta de la política criolla e internacional. Lo que parecen exabruptos son teatralizaciones perfectamente preparadas; es característico de la ultra derecha lo que en inglés se describe como “double-down” y en castellano “redoblar la apuesta”. El mote de “terrorista asesino” aplicado por el cesanteador serial a Petro, encaja como un molde en esta caracterización.

Javier Milei es un compinche especial, no solamente de Messías Bolsonaro, Donald Trump y el sionista Netanyahu, sino de Álvaro Uribe Vélez, otro colombiano, ex presidente, bajo cuyo mandato se registraron en la nación del Pacífico-Caribe las peores atrocidades contra los poblaciones campesinas y contra luchadores en general. Petro, un guerrillero del M-19, un movimiento nacionalista, en la década del 90 del siglo pasado, se destacó, luego de su reinserción en el régimen constitucional, por las denuncias de infiltración de las bandas paramilitares en los servicios de Inteligencia del Estado. En ese marco quedó en evidencia que Álvaro Uribe era el jefe político. Dedicado al tema del paramilitarismo colombiano, Wikipedia informa que “si bien desde el año 2002, cuando era Representante a la Cámara, el senador Gustavo Petro venía denunciando la presunta infiltración paramilitar en la Fiscalía General de Luis Camilo Osorio, fue durante el año 2005, en vísperas de las elecciones parlamentarias de 2006, que se generaban varias polémicas alrededor de la presencia de personas cercanas al paramilitarismo en las listas de partidos que apoyaban al presidente Uribe; mientras que en mayo de 2005 Petro denunciaba con nombre propio y documentos judiciales a varios parlamentarios de Sucre, en junio del mismo año, Clara López Obregón, miembro del Polo Democrático Alternativo, denunciaba ante la Corte Suprema de Justicia la presunta vinculación de congresistas con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), después de que se conocieran afirmaciones del jefe máximo de dicha organización Salvatore Mancuso en las que aseguraba que un 35 por ciento del Congreso ‘eran amigos’ de su organización”.

Cuando, mucho tiempo después, se iniciaron las “negociaciones de paz” con las FARC y se estableció un fuero judicial para la violación de derechos humanos, quedaron en evidencia los famosos “falsos positivos”, como se denominó a los asesinatos del paramilitarismo y las Fuerzas Armadas que habían sido disfrazados como crímenes de las guerrillas –durante el gobierno de Uribe-. Más adelante, cuando tuvieron lugar las elecciones de 2019, Uribe promovió la candidatura que saldría triunfante de Iván Duque, ocasión en la que “decidió aliarse con un poderoso narco llamado José Gregorio el ‘Ñeñe’ Hernández, quien financió la compra de votos con las que resultó ganador Duque y a su vez Uribe” (La Oreja Roja, 14.5.2021).

Álvaro Uribe también se ha distinguido como un secuaz de Donald Trump, quien además de los intercambios de saludos y apoyos lo condecoró con una medalla. Desde el 10 de diciembre pasado, Álvaro Uribe, un reconocido manipulador de X, no ha hecho más que halagar y apoyar la política de cesantías y ‘licuación’ de salarios y jubilaciones de Milei. Es claro que Milei trabaja con la ultraderecha internacional para un retorno de la ultraderecha al gobierno en Colombia. Las medidas salvajes de Milei en Argentina le han ganado una indudable notoriedad internacional y se ha convertido en un punto de reagrupamiento de la ultraderecha en América Latina. Incluso en Cuba, la derecha levanta su nombre como una salida al emprobrecimiento extraordinario de la población. Como es conocido, Milei ha hecho un eje publicitario entre el “empobrecimiento” y el “socialismo”.

La descalificación de Petro no conforma un escenario de ‘incidente diplomático’, ni la canciller Mondino se encuentra empeñada en atenuarlo. Es una movida estratégica. Aunque Petro no ha resuelto ninguno de los problemas de las masas colombianas y gobierna con sus propios métodos para la burguesía, también se ha destacado en la denuncia del genocidio que desarrolla Israel contra la nación palestina. Milei, por contraste, fue a abrazarse con Netanyahu mientras los aviones sionistas mutilaban y mataban de miles de mujeres y niños, y reducía a la población sobreviviente de Gaza al hambre. Es conocido, en Argentina, el incremento notable de la injerencia del sionismo en el Estado, aunque Milei jamás abrirá los archivos, como tampoco lo hizo ninguno de sus predecesores, acerca de los atentados terroristas contra la embajada de Israel en Buenos Aires y la AMIA –son un secreto bien guardado con la CIA y el Mossad-.

La conclusión, por último, es que este falso episodio es parte del intento de insertar a Argentina en la guerra mundial desatada por la OTAN en Ucrania, el Medio Oriente y el África sub-sahariana. Es lo que la prensa internacional llama la pelea por el “Sur Global”. Efectivamente, mientras soltaba la lengua contra Petro, el compinche del terrorista Uribe, Milei lanzaba una serie de provocaciones contra China, desde la persecución a un buque pesquero que no pescaba o la denuncia de camiones con vacunas vencidas de China, que se demostró falsa. Para Mayo, Milei tiene previsto asistir al congreso de la ultraderecha española (o sea el franquismo), donde se reunirá con todos los invitados fascistas al evento, para complotar la instalación de una Internacional Negra. Pasará antes por Italia, donde gobierna una sucesora del Duce, y luego lo hará a Kiev.

Como se dijo ya desde estas páginas, recientemente, cuando mayor sea la proyección internacional que se dé a la figura de este amigo de terroristas y criminales, mayor será el impacto internacional de la derrota que sufrirá a manos de la clase obrera de Argentina.

Fuente: Política Obrera