En el entretiempo del partido entre Boca y Gimnasia por la final de la Copa Argentina, en Rosario, una pelea entre hinchas de Gimnasia y plateístas de Boca derivó en que La 12 rompiera un portón y se abalanzara sobre los fanáticos del Lobo. Ante el peligro inminente de una batalla campal, apareció la policía rosarina, que se disponía a apagar el fuego con más violencia, como sieempre. Todo cambió cuando apareció la figura imponente de Román Riquelme en la tribuna y aún a riesgo de su propia integridad física, logró calmar las aguas.
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No pudo quedarse a mirar. Pensó y se sintió obligado a meterse en el barro; a bajar del palco y colocarse entre la policía y la barra de Boca. Le pidió calma a la policía. Se bancó el gas pimienta. Fue hacia la barra. El primero que lo vio se quedó paralizado; lo abrazó y volvió sobre sus pasos. El Presidente se metió entre la muchedumbre y los invitó a retroceder. Luego fue para el lado de la policía. La imagen de Román tomando el rostro/casco de un policía y llevándolo a la calma quedará para la posteridad.
El ídolo definitivo no tiene que ver sólo con resultados deportivos. Román no solo ganó todo como jugador, sino que enfrentó al poder real dentro de su club. Lo hizo sobre el césped, con el mítico Topo Gigio, y lo hizo en las urnas, contra Macri y Angelici, ya dos veces. El hincha de Boca piensa y siente que uno de ellos está al mando del club. Y ayer quedó grabado a fuego.
Muchos atributos debe tener un hombre y el Presidente de un Club para meterse en una tribuna que ardía e intentar parar toda la locura, de hecho lo logró. Amor, mucha vida bien procesada y mucha calle. Y sobre todo una persona de bien y una persona que se hace cargo de su lugar.
Fuente: Tiempo Argentino